Cartas a mis Caprichos - IV Mi sueño... Mi Ghiocel


CARTAS A MIS CAPRICHOS

___________________________________________________________________________________________________________

Carta Cuarta

IV MI SUEÑO... MI GHIOCEL
Cartas a mis Caprichos - Cuarta
------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Estimadas Caprichos:


Como podéis ver, de nuevo junto a vosotras con otra de mis cartas y así poderos llenar, vuestras pequeñas cajas de duende, con los susurros de la tinta que brotan de mi alma.

En esta, os quiero hacer saber de ella, de donde y como la soñé, de donde me senté a imaginarla, de como y cuando... La esperaré. Sabéis ya con que nombre escogí llamarla, la llamé: Ghiocel.

Os contaré esta vez el porqué. Por que como una Ghiocel la imaginé, por que como a una Ghiocel, la esperaré...

Tras marchar vosotras, decidí que era el momento de emprender un singular viaje, una camino a tierras lejanas, un a tierras muy distintas a las mías. Tierras toscas y rudas, frías y escarpadas, llena de cimas y pasos de montaña, donde el viento es espeso y la muerte noctambula aterrando cuanto se cruza a su paso. La razón no era más que la de encontrar si se hallaba esencia alguna de vida y pureza entre tanta desolación, entre tanto miedo...

Al cabo de unas semanas, llegado ya a sus cercanías, vagando por la falda de una montaña, encontré un pastor. Me vio cansado y se acerco para ofrecerme refugio entre el duro frío con la cortesía de un tuareg. Aquel hombre sencillo, no era más que la señal de que me encontraba muy cerca ya de mi destino, había pureza en sus ojos tan solo debía hallar donde residía la vida que él mostraba.

Tras calentarme ante el fuego y tomar algo caliente, empezamos a charlar hasta que la charla nos llevó a poder formularle mi pregunta, la respuesta a mi búsqueda de aquel lugar: ¿Buen pastor, acaso reside en estos parajes, esencia de pureza y vida alguna? - Comprendió perfectamente cual era el motivo de que yo se lo preguntara y finalmente, él asintió mostrando una sonrisa, ilusionado y orgulloso de ser él quien pudiera poderme la mostrar y prometió acompañarme en cuanto amainara el duro invierno.

El invierno empezó a cesar a los pocos días. El pastor me hizo saber que había llegado el momento de encontrar donde residía la vida pura de aquella extraña tierra, yo acepté a seguirlo para que me la pudiera mostrar. Anduvimos durante horas monte arriba, abruptos senderos, rodeados de bosques de árboles de ramas punzantes, llenas de espinas y retorcidas por la larga y dura empresa de pedir ayuda Oscuros senderos de oscura existencia, monte arriba, hasta la cima. Las rocas empezaban a vestir de vegetación el paisaje, la nieve se retiraba para dar paso al olor de fresca hierba.
Llegados a la cima, mis ojos no pudieron mas que maravillarse de la solemnidad de aquella vista. Aquel oscuro pero poderoso paisaje de roca, musgo y arboleda, era totalmente distinta a la vista a los rocosos acantilados desde donde cerca de el bosque suelo contemplar mi mar. Abruptos senderos y oscuros bosques aquellos, pero tan bellos en su melancolía, tan deseosos de ver nacer el verde que estaba por llegar a sus parajes, tanta belleza escondida tras esas ramas espinosas... Tanto deseo de un trino de esperanza refugiada entre su sombría, que no pude mas que quedarme asomado asombrado, contemplándolo y en solemne silencio, escuchar su trino de esperanza durante un buen rato. No recuerdo cuanto estuve, pero fue un hechizo extraordinario, del que desperté, cuando el Pastor reclamó de nuevo mi atención. Quería mostrarme algo...

Entre las rocas, el sol incidió sobre la nieve, buscando abrirle camino a la luz del día, como si de una comadrona se tratara. Una nueva vida que surgía del interior de la tierra, la nieve se retiró obedeciendo su mirada y la tierra se abrió con el amor de una madre. Fue entonces cuando descubrí como con tímida ternura emergía de su interior de entre las nieves el brote de un flor blanca que bajo ellas se había hallado cobijaba. Sin duda, aquel era el brote de vida de una pureza nunca jamás, fuera por mi, imaginada.

Abriéndose camino entre la nieve y la roca, irguió su tallo buscando la mirada fija de su nueva patria. El viento tornó en silencio, el sol sonrió como un padre sonríe a un nuevo hijo, yo y el pastor quedamos postrados durante largo tiempo contemplando aquella flor. Aquella, belleza, aquella frágil fortaleza, aquella pureza, aquella nueva vida. Al rato, solemne el pastor dirigiéndose a mi me dijo:

- Esta es nuestra esencia de vida y pureza, apreciado viajero. – Sin duda esa era la fuente de de la inmortal esencia de aquella tierra y no pude mas ya que preguntarle con que nombre llamaban a aquella flor. - La llamamos: Ghiocel – Me respondió. - La llamamos: Ghiocel y es la primera flor que nace tras el retiro del invierno y de las nieves y el frío con él.- Sin duda era la muestra mas bella de un amanecer, de una primavera, de una esperanza infinita para aquella tierra. Y por eso decidí llamarla a ella...

Ghiocel...

Desde entonces hasta hoy, la espero mirando al mar desde los acantilados que atalayan su paisaje junto a mis bosque de robles. Cada primavera asomo a intentar alcanzar la vista para poder de nuevo volver a verla nacer desde mi orilla. No la veo, pero la alcanzo. No la tengo, pero la siento. No le hablo, pero la sueño. Así es mi sueño... Mi Ghiocel


Sorin Mircea Ciccerone
el duende alado color esperanza